
Traducción automática vs. traducción humana. ¿Dónde está el límite?
En un mundo cada vez más conectado, resulta fundamental poder comunicarse con personas de diversos orígenes lingüísticos y, en el caso de las empresas, poder ampliar su alcance y atender a un público más amplio. En este contexto, la traducción automática se ha convertido en una valiosa herramienta para derribar las barreras del idioma y permitir una comunicación intercultural fluida.
La traducción automática (machine translation) es la conversión de texto de un idioma a otro por medio de un ordenador sin la intervención del ser humano. Se trata de un proceso que apareció en la década de 1950 y es uno de los primeros ejemplos de inteligencia artificial. Ha evolucionado en las últimas décadas desde los sistemas basados en reglas, pasando por la traducción automática estadística, hasta los sistemas neuronales actuales, y sigue innovándose para ofrecer una calidad lingüística sin precedentes. Sin embargo, no toda la traducción automática se crea de la misma forma, y su calidad está sujeta a la forma en la que se entrena.
¿Cómo funcionan los distintos sistemas de traducción automática?
Los primeros sistemas estaban basados en reglas y fueron reemplazados en la década de 1990 por métodos estadísticos. Recientemente, los modelos de redes neuronales revolucionaron la traducción asistida y dieron lugar a lo que se conoce como traducción automática neuronal (NMT). Estos sistemas funcionan de la siguiente manera:
- Sistemas basados en reglas. Estos métodos utilizan diccionarios y una combinación de reglas lingüísticas y gramaticales. Pueden ofrecer traducciones coherentes con términos precisos cuando usan diccionarios especializados.
- Métodos estadísticos. Estos sistemas analizan grandes cantidades de datos. Pueden programarse para temas específicos utilizando información relacionada con el sector correspondiente. Por lo general obtienen traducciones más fluidas, aunque menos coherentes que los métodos basados en reglas.
- Traducción automática neuronal. Se trata de una nueva tecnología por la cual las máquinas aprenden a traducir por medio de una gran red neuronal, es decir que utilizan múltiples dispositivos de procesamiento integrados en un mismo motor de traducción. Este sistema permite alcanzar mejores rendimientos que los otros sistemas.
El traductor automático como herramienta de trabajo
No obstante lo mencionado, debemos considerar los programas de traducción automática como una herramienta y, como tal, debe contar con la supervisión de una persona. Tener un traductor automático no nos convierte en traductores profesionales. Para obtener resultados óptimos, es un profesional quien debe utilizar la herramienta de traducción automática. Es innegable que las aplicaciones de traducción automática pueden ser muy útiles en determinadas circunstancias, como en las situaciones de la vida cotidiana, por ejemplo, si uno se encontrara de visita en el extranjero. Nos permite consultar dónde se encuentra la estación de tren más cercana o el restaurante que estamos buscando. Es posible incluso redactar correos de poca complejidad, aunque es de por sí subjetivo el hecho de decidir qué texto deja de ser simple y requiere la participación de un profesional.
Defectos y obstáculos de las traducciones automáticas
- Traducen literalmente: los traductores automáticos no reconocen los dobles sentidos y giros que caracterizan a los diferentes idiomas y aumentan su riqueza. Un traductor profesional, en cambio, sabe detectarlos y reflejar ese mismo matiz en el idioma de destino. Las metáforas y los matices a los que se recurre según el estilo literario exceden las capacidades de los programas de traducción automática. La ironía y el humor son difíciles de traducir fielmente sin perder la esencia original. A la inteligencia artificial se le dificulta captar el tono o la intención que existen detrás de ciertas expresiones lingüísticas. Asimismo, los modismos y expresiones idiomáticas de los diferentes idiomas pueden resultar incomprensibles para los algoritmos de traducción automática, lo que podría dar lugar a traducciones erróneas o confusas.
- Dejan texto sin traducir: si una palabra no se encuentra en la base de datos del programa, quedará sin traducir. En cambio, el traductor humano se compromete con la tarea que se le ha encomendado y continuará con la búsqueda necesaria para resolver cómo traducir la totalidad del texto independientemente de su complejidad.
- No reconocen los errores: por lo general, el traductor automático no reconoce los errores ortográficos o tipográficos, por lo cual no intentará corregirlos y tampoco podrá, de más está decir, incluir algún comentario al respecto destinado al cliente.
- Palabras polisémicas: cuando una misma palabra tiene varios significados, el traductor automático puede equivocarse al decidir cuál resulta aplicable a la traducción en cuestión.
- Contexto cultural: cada cultura tiene sus propias normas y costumbres, que se ven reflejadas en su lenguaje. La inteligencia artificial no siempre es capaz de interpretar estos aspectos culturales, lo que puede dar lugar a traducciones inadecuadas o incluso ofensivas. Los seres humanos, en cambio, contamos con la sensibilidad y el conocimiento necesarios para adaptar el mensaje a las características específicas de cada cultura. A esto se suma el hecho de que la inteligencia artificial será un reflejo de la sociedad que la creó y esto puede contribuir a la reproducción de sesgos raciales, de género o de clase. Si se desarrolló desde una perspectiva más occidental, esa será la perspectiva que utilizará al momento de traducir.
- Seguridad de los datos: utilizar sin reparos las herramientas de traducción en línea puede poner en peligro la confidencialidad de la información ingresada. No todas las plataformas garantizan la privacidad de los datos, lo que puede permitir que terceros o la misma empresa creadora del programa acceda a documentos o comunicaciones confidenciales.
El papel crucial de la interpretación humana
El lenguaje humano está lleno de matices y complejidades que exigen una comprensión profunda del contexto en el que se produce un texto. Si bien la inteligencia artificial permite realizar traducciones de manera rápida y eficiente, carece de la sensibilidad y el discernimiento que caracterizan a la interpretación realizada por una persona. A diferencia de una traducción literal o mecánica, la intervención humana implica interpretar el sentido profundo del mensaje, considerando tanto los aspectos lingüísticos como los elementos culturales y sociales que lo rodean. Solo una mente humana puede captar con precisión la intención original de un texto y adaptarla con fidelidad al idioma de destino.
La inteligencia artificial, que se basa en algoritmos y modelos informáticos, sigue siendo una herramienta valiosa para obtener traducciones rápidas y automáticas, pero requiere la supervisión de traductores humanos que garanticen la precisión y fidelidad del mensaje.
A menudo se cree erróneamente que es posible recurrir a la traducción automática no supervisada para abordar textos con terminología técnica, por ejemplo, para actuar como traductor de patentes. Nada más alejado de la realidad.
El peligro es aplicar la tecnología sin pensar en sus consecuencias para el lenguaje y para la sociedad. Los traductores profesionales poseen un dominio profundo tanto del idioma de origen como del idioma de destino, incluidas sus particularidades culturales y contextuales. Esta formación les permite asegurar que no solo se transmita el contenido literal del mensaje, sino también su carga emocional y su significado cultural, facilitando así una comunicación auténtica y efectiva con el público receptor. Pensar sigue siendo una facultad exclusiva del ser humano.